Decidí ir a Nueva York con prisa, esquivando la gran Bahía de Chesapeake. Fui fuera de la costa tres días desde Hampton, Virginia para llegar a Nueva York. Llegué en la bahía inferior con el atardecer. Navegué un canal al lado del punto de terreno Sandy Hook con la luz que falla. Por la noche, elegí seguir yendo al Coney Island en vez de fondear a la vuelta de Sandy Hook.
Navegué cuidadosamente entre boyas y canales, esquivando los barcos comerciales, remolcadores y los bancos. Identifiqué cada boye. Estaba más oscuro de lo que yo había previsto. Las luces de la ciudad aún estaban demasiado lejos. Seguí la línea magenta. Cruze el canal de entrada a la bahía superior. Seguí estrechamente una vuelta del punto occidental de Coney Island. Bajé el ancla a las diez de la noche sobre agua plácida, sin viento, en Bahía Gravesend.
Quería visitar a mi hija en Brooklyn por unos cuantos días. Investigué la entrada para la laguna tras Coney Island. Con la marea baja lo encontré demasiado estrecho. En cambio, navegué al sur de la isla al lado oriental, a Sheepshead Bay.
No hay muchos lugares para quedarse en velero en la ciudad. A pesar de que hay muchas instalaciones abandonadas por la orilla, el desarrollo es tan costoso que solo un lugar de lujo puede soportarlo. Sin llamada para un lugar de lujo, no hay nada.
Sheepshead Bay está lejos del centro de la ciudad y parte de la ciudad. Allí encontré un club que alquila una amarre por $US$65 por noche. Desarrollé una rutina. Me desperté temprano, desayuné y llevé a mi auxiliar al muelle del club. Caminé veinte minutos a la estación de subte. Llevé el subte al centro de Brooklyn. Allí encontré a mi hija para un segundo desayuno. Ella tiene cerca un lugar donde fabrican las bagel y las sirven todavía calentitas desde el horno.
Visitamos al Oculus, un centro de transporte profundo, con un gran atrio rodeado con tiendas. El edificio fue designado por Santiago Calatrava, un arquitecto español. Reemplacé la computadora allí en una tienda de Apple con dos pisos.
Al lado del Oculus está el monumento conmemorativo del 911. Las bases de las dos torres ahora son cuadras profundas, grises y vacías, con una cascada de agua alrededor. El agua caiga por los muros para correr el fondo profundo y caer fuera de la vista dentro un segundo foso cuadrado.
Visitamos el Museo del Arte Moderno (MoMA) en el centro de Manhattan. Recuerda mi recorrido a pie por el centro de Manhattan. Sí. Compré una salchicha.
Después de la visita de cinco días a mi hija, me sentía desanimada y nostálgico. Pasó tanto tiempo para llegar desde Carolina del Sur, desde Cayo Hueso, desde Isla Mujeres, Gran Caimán, Panamá. De verdad fue mi destino– visitar a mi hija. Después de cumplir la visita me sentía a la deriva, sin propósito.
Me mudé temprano de la mañana desde Bahía Sheepshead a la Bahía Gravesend. Lo hice temprano para aprovechar la marea alta, para franquear un banco tras la entrada a Sheepshead. Esperé en Gravesend para que el mar bajara y el corriente reversa para la entrada a la Bahía Superior de Nueva York. Así, de la tarde, pasé bajo el puente Verrazano Narrows.
Las estrechas que forman la ruta entre las bahías inferior y superior de Nueva York están de ancho tres cuartos de una milla náutica. El canal para los buques de gran tamaño y calado usa dos terceras partes del arco entre los postes del puente. Yo crucé el canal para usar la parte del tramo libre de los buques. Compartí los estrechos primeramente con un gran portacontenedor y después un buque cisterna. Ambos se van a su babor, hacía el puerto de Bayona al lado occidental de la bahía. Yo quería continuar hacía la isla de Manhattan. Por eso elegí un momento, después de pasar por las estrechas, para cruzar de nuevo el canal.
Estaba navegando a vela porque me sentí orgulloso de acercarme a la gran ciudad en mi velero a vela. El viento estaba directamente de popa. Salió que necesitaba trasluchar frecuentemente entre los buques fondeados, transbordadores, buques de lujo, buques chárter de paseo, bancos, canales, boyes, otros veleros y tantas cosas! Estaba muy concurrido. Todo el tránsito despierta la superficie del agua con olas por todos lados y direcciones.
A pesar de los desafíos navegando en una de las bahías más concurridas del mundo, quería sacar vistas de los edificios altos de Brooklyn, y el edificio donde vive mi hija, sacar fotos de la parte baja de Manhattan, mirar a la estatua de la libertad, examinar la isla Governors, comunicar por teléfono con mi hija a ver si me vio navegando claramente a su vista.
A final decidí bajar la vela. Sale difícil porque, al momento que bajé la mayor, sin colchón proporcionado del viento contra la vela, el velero empezó a moverse de modo brusco entre las olas turbulentas. Un buque turístico, de la vuelta de la estatua, pasó tan cerca y con tanto rapidéz– su ola casi me hace caer en la bahía. Les saludé, estrangulando al botavara con un apretón mortal, con un grito de alegría, un poco loco. Algunos turistas me saludaran a su vez.
Fondeé tras la Isla Ellis, donde llegan a los Estados Unidos unos doce millones de inmigrantes durante la primera mitad del siglo veinte. Arriba del edificio de la aduana vi el antorcha de la estatua. Encuentro irónico que la Estatua de la Libertad está en los Estados Unidos. La gente de los Estados Unidos, por lo mayor, están esclavos a su trabajo. Es esclavitud voluntaria. Han tomado tanto de la deuda que no pueden estar sin trabajo más de un mes antes de encontrarse sin recursos para mantener la vida. De eso sale la productividad del país. Eso y el consumo. Gastan cada dólar libre en cosas de la nada, buscando la felicidad.
Por no hablar de los ataques contra la libertad de los demás para determinar su sistema económico, sus valores y sus dirigentes. Bueno. Esos pensamientos salen con la vista de la estatua. Que pena.
Estaba tan cansado después de una semana de mañanas tempranas y noches tardes. Me acosté antes del atardecer. Durante la noche, las dos veces que me desperté, vi al escenario de la ciudad de noche sin energía para subir a la cubierta para disfrutar y sacar algunas fotos.
Al día siguiente levé al ancla a las seis de la mañana para comprar gasoil y aprovechar la corriente hacia el norte en el Río Hudson. Pasé la tarde y la próxima noche con vista del puente George Washington, el punto norte de la isla de Manhattan y Spuyten Duyvill. Dormí bastante. El próximo día subí el ancla para aprovechar la corriente todo el camino hasta Beacon, la ciudad donde he vivido la última vez que he vivido en Nueva York. Pasé bajo los puentes Tappan Zee y Bear Mountain (Montaña del Oso). Llegué al puente Beacon Newburgh.
Así he pasado por la ciudad Nueva York para subir el Río Hudson, fondear y visitar unos días con amigos viejos. Sí. Envejecemos cada día, cada año y nos encontramos igual.
Les dejo con el alma del agua (Water’s Soul) por el escultor de Barcelona, Jaume Plensa. Está situado en la orilla Nueva Jersey del Hudson, frente al Bajo Manhattan. Me parece que pide silencio a los señores grandes allí instalados.