Llegué desde el Atlántico por la entrada en Fort Pierce. Le dije al operador del puente que era mi primer puente. Con mi mástil alejado del puente el me dijo, “Así es” y dio un recordatorio que las reglas de navegación interior se aplican en el ICW. Para sus aguas internas, los Estados Unidos tienen sus propias reglas distintas del reglamento internacional para prevenir abordajes (RIPA).
Me di cuenta que necesito estudiarlos. Son parecidos a los del RIPA, no iguales.
El intracostero está marcado con pilotes. Navegando al norte pongo los pilotes con marca cuadrada verde por estribor. Cada uno con su cormorán obligatorio. Pongo los pilotes con marca triangular roja por babor. Pongo a los otros moviéndose al sur a babor.
Es preciso quedarse siempre atento. Dicen que es preciso estar como una suricata.
El canal es estrecho. Rápidamente descubrí que Otto no funciona bien para esta tarea. Necesito mantener una marca muy precisa. Otto quiere una marca medio grado a un lado o al otro. Con cada pilote tengo que trastear con él.
En vez de eso probé la banda de goma que desarrollé cuando no tenía Otto. Funciona bien. Puedo dirigir la proa donde preciso. Cuando dejo el timón, Brisa se queda con el marco. No puedo dejar la vigilancia sin parar.
El canal pasa bajo los puentes altos por el arco más alto. He medido y calculado la altura de Brisa encima de la superficie del agua. No había un tema anteriormente. Acá en los Estados Unidos miden alturas en pies y pulgadas.
Mi factor de confusión es de un pie (treinta centímetros). El puente puede ser un pie menos que dicho. El velero puede ser un pie más que he calculado.
En total, necesito cincuenta y dos pies más cinco pulgadas de espacio libre del puente para evitar tocar la luz del puente. Lo llamaré cincuenta y tres pies (diez y seis metros).
De la mañana disfruto un campo de amarre tranquilo. Abrazos.
]]>Salí de la costa en Cayo Sombrero, busqué la corriente del golfo y disfruté tres millas náuticas por hora de premio. Fui casi ciento cincuenta millas náuticas el primer día, un récord.
La corriente del Golfo es un río corriendo el alta mar por los estrechos de Florida. Corre al este entre Florida y Cuba, después entre Florida y las Islas Bahamas. Tiene su origen al sur, donde soplan los alisios. El viento impulsa el agua por el estrecho canal Yucatán.
Con viento contra corriente, las olas se empinan, se vuelven escarpadas. Eso pasa conmigo por un periodo corto. El viento no era muy fuerte. Las olas no eran tan grandes. No fue peligroso. Fue suficiente para que tomara nota.
Podía navegar a vela durante la primera hora, a Cayo Sombrero. Desde allí, marché con motor por diez y ocho horas. Bajando la vela mayor, puse tres rizos.
A las diez de la noche estaba en el codo, sesenta millas náuticas al sur de Miami, treinta al este de Cayo Largo, girando gradualmente al norte. Sube el mayor con tres rizos tirado fuertemente del centro del barco. El viento ya estaba suficiente a estribor tal que la vela amortiguaba el movimiento de balanceo debido a las olas del este.
A las cinco de la mañana empecé a navegar a vela de nuevo. Disfrutaba un buen día de navegación. Se fue tan rápido, necesitaba frenar. Planifiqué la llegada a la entrada de Fuerte Pierce para corriente favorable. Llegué allí a las ocho, con calma total, sobre un mar glaseado. Temía la aparición de niebla.
No pasó así. Pasó lindo. Les doy un video. En realidad no empieza hasta la mitad. La música es de Los Abuelos de la Nada. Todas conocen la canción. Abrazos.
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Navegué con motor hoy en el Canal Halcón (Hawk Channel). Dejé la amarra en Cayo Hueso a las nueve de la mañana. He entrado a un mundo nuevo de marcadores de canales llanos, boyes y encuentros frecuentes con otros botes.
Salí del amarradero. Navegué por el canal al norte del Cayo Fleming, luego hacia el sur por el lado oeste de Fleming. Como despedida, pase frente a la famosa Plaza de Mallory (Mallory Square) y Cayo Puesto (Sunset Key).
Navegué con cinco nudos en agua con profundidad de tres o cuatro brazas (cinco o seis metros). Es un profundidad en que, anteriormente, solo pensé en fondear.
Los veleros yendo hacia mi, con viento a popa, navegan con sus velas desplegadas. ¡Qué envidia!
Los marcadores y líneas para retirar las trampas para langostas fueron una amenaza marchando con motor. Navegando a vela no me importan. Con el motor, si me saltaba a un marcador, la hélice podía enredarlo. Habían puesto las trampas en líneas. Viendo uno podía ver los otros y salta a babor o a estribor para cruzar la línea.
Navegué cuidadosamente por un canal en el que la quilla estaba centímetros por encima del fondo. Fondeé con lo mismo en la Bahía Nuevo (Newfound Harbor). Podía ver el ancla sobre el fondo, medir con la cadena– una y media braza. El calado de Brisa es una braza. Hice todo eso con la marea creciente en caso de que la quilla encallara, la marea la liberaría.
El día siguiente navegué al revés del rastro del día anterior para salir de la Bahía Nuevo. Por suerte estaba también con la marea creciente.
Seguí navegando con motor, contraviento al Cayo Bota (Boot Key) y Cayo Maratón (Marathon Key).
Allí en el fondeadero de Cayo Bota había delfines. Ambos días, los puestos del sol fueron divinos.
]]>En los cayos las aguas poco profundas y protegidas son abundantes. De verdad, muchas de las aguas son demasiado llanas para el calado de Brisa. (Es de 175cm.) No he visto una casa flotante en marcha, pero todos tienen motores fueraborda. Por ley deben estar en condición para navegar. Verdaderamente hay buenos lugares acá para fondear o amarrar con una casa flotante. No son para navegar. Pueden trasladarse con días de calma.
Algunos son no más que un contenedor montado sobre una balsa. Son parecidos a las casas contenedores de Canelones, Maldonado y Rocha, pero flotantes. Otras son bien elaboradas. Navegando por la lanchita entre Brisa y el muelle paso con una azul, muy bonita, con estilo cabaña de Cabo Cod, como las casas de nueva Inglaterra en el noreste de los Estados Unidos.
Otra, atracado al extremo de una muelle, tiene propulsor rueda de paletas como los buques antiguos del Río Misisipi. Estos muelles tienen una comunidad de casas flotantes. Han puesto a los muelles nombres de calles.
Imagino que, en el verano, cuando las temperaturas suben a los cuarentas, sería bueno mover la casa a una de las amarras para disfrutar la piscina alrededor y brisas suaves. Durante el verano, los veleros de temporada han abandonado los cayos para irse al norte, dejando disponibles las amarras.
El verano es la temporada de huracanes. Un huracán pasa por Cayo Hueso por promedio cada diez años. Las casas flotantes amarradas tienen la ventaja de poner la misma facha hacía el viento desde cualquier dirección viene. Por la proa, no tienen ventanas. Las ventanas y el patio son de popa. Además de su libertad de movimiento, son flotantes. Suben y bajan con la marejada ciclónica. No obstante, imagino que la mayoría de residentes dejan las casas y evacuan cuando un huracán se amenaza.
Mira la altura de los pilotajes, y su densidad de colocación. Los muelles suben y bajan con el nivel del agua. Puedan subir casi cuatro metros antes de que se liberan de los pilotajes. Por eso es probable que muchos se quedan atracados con los muelles para capear un huracán.
]]>La bomba llevaba tiempo hablándome, advirtiéndome. Había notado una fuga de agua salada de la bomba tan lejos en el pasado como en Shelter Bay, en Panamá. Había decidido que la fuga era de la junta alrededor de la tapa, y seguí apretando los tornillos de la tapa. ¡Si tan sólo hubiera mirado más profundamente e investigado!
Investigando en Cayo Hueso para hacer la mejora, descubrí una nota de mantenimiento. Dijo que una fuga de la bomba indica que los sellos internos han fallido. Con los sellos internos fallidos, los cojinetes se bañan en el agua salada. Eventualmente, se agarrotan. Eso era exactamente lo que pasé conmigo.
Bueno. Puedo castigarme a mí mismo, pero hago algo mejor. Instalo una nueva bomba.
Tomando nota de que, cuando algo habla conmigo debo prestar atención, instalé también un alternador nuevo.
Había tenido que llevar el viejo a un taller en Colón dos veces. No hizo una indicación confiable por el tacómetro. Además, a veces, como en Bocas del Toro, no produzco corriente para cargar las baterías.
Cómo ves, el nuevo alternador es muy parecido al viejo. Produce más corriente, sesenta y cinco amperios. Así es bárbaro. Funciona muy bien. El tacómetro no vacila. Las baterías se cargan rápidamente.
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Lo que encuentro es un pueblo muy turístico. La mitad de las casas son con oferta de alquiler. El entero de la calle Duval y algunos otros están llenos de restaurantes, bares y tiendas. Se ha convertido en la corriente dominante. Hay tiendas de puros y de productos THC en casi cada cuadra. Hay bares que ofrecen espectáculos de drag. A estos los turistas encuentran como algo atrevido.
Visité el punto más meridional de los Estados Unidos. Creo que además, es el punto de los Estados Unidos más cercano a Uruguay. Hay sólo ciento cincuenta kilómetros a Cuba; Habana no está muy lejos al sur.
Con el periódico local encuentro actividades locales. Fui a una obra de teatro de comedia política, una parodia sobre el oficio del presidente estadounidense. Eso me divertí.
Busco otras oportunidades así– una fiesta del jardín; unas obras de Tennessee Williams, quién, además de Ernest Hemingway, vivía acá. Te lo cuento.
He empezado a estudiar para la próxima navegación por el Canal Intracostero del Atlántico. Para empezar, navegaré por los cayos hacia Miami, Fort Lauderdale, y Titusville. En Titusville, visitaré el Centro espacial John F. Kennedy en Cabo Cañaveral. Ojalá que sea lindo.
]]>Fuerza | Frase | Nudos | km/h |
---|---|---|---|
2 | flojito | 4-6 | 7-11 |
3 | flojo | 7-10 | 12-18 |
4 | bonancible | 11-16 | 19-29 |
5 | fresquito | 17-21 | 30-38 |
6 | fresco | 22-27 | 39-49 |
7 | frescachón | 28-33 | 40-59 |
Para llegar al fondeadero de Tortugas Secas sería preciso navegar al norte y noreste por el Canal Oeste, un canal estrecho con rocas ocultos y arrecifes. Llegando entre las bancas, los arrecifes y el Cayo de Jardín (Garden Key), navegaría al este una milla náutica. Al final navegaría al sur por un canal aún más estrecho para llegar al Puerto de Cayo Pájaro (Bird Key Harbor). El viento estaba flojo desde el noreste.
A vela, me parecía imposible. Con el motor sería fácil, una hora de navegación. Con el motor, hubiera llegado el día anterior. El único problema fue que no tenía motor. Sentía prisa porque el pronóstico prevé la llegada de un frente frío con viento fresco seguido por viento fresquito por días.
Quería sufrir los vientos previstos fondeado, no navegando. Además, la llegada a los puertos al este, de Cayo Hueso sería aún más difícil sin motor. Esperé mejorar el motor en Tortugas Secas. Solo precisa una pieza, una bomba. Con el acceso desde Tortugas Secas por transbordador e hidroavión al continente, podría obtenerlo.
Sin motor también me faltaba potencia para hacer funcionar el piloto automático. Puedo navegar por algunos puntos de vela sin el piloto, con el velero bien equilibrado. Eso me salva.
Sin energía me quedaría sin GPS ni cartas electrónicas. Puedo navegar con cartas impresas y cálculo de ojo. Prefería no estar tan desesperado como navegar por estima y con sólo mi ingenio para timonear.
Pedí ayuda de los autoridades del parque nacional, allí. Estuve con fantasías de mi país de oro, poblado con gente amable y heroica. Recordé el entrenamiento de mi juventud, con historias de los hombres valientes en el servicio de los parques nacionales, que prestaban asistencia amistosa a excursionistas, campistas y montañeros.
Comuniqué por VHF con un autoridad del parque. Me dijo que va a venir. Llegó con una lancha muy capaz, con dos motores poderosos fuera borda y equipo de arranque bien reforzado. La lancha tenía la etiqueta, “Policía del Parque”.
Inmediatamente vi que no fue un “Ranger”, una persona con conocimiento de los elementos, como navegar, como quedar bien con viento, lluvia, sol, frío, una persona sabia, en casa con lo salvaje, con la naturaleza. No. Este hombre fue policía, no más, con sentido ninguno para nada fuera de su tribu y sus ideas limitadas. No va a ayudar a nadie. Peor. Era el tipo que vio a todas fueras con desprecio, perjuicio, y si pudiera, los perseguiría y enjusiaría. “Ten cuidado,” me dije.
Su título “Ranger Minitri” sea más adecuado como “Agente Minitri”. Dijo que no podía darme remolque si yo no estaba en peligro de hundirse. Dijo que había peligro de daños a su lancha o a mi velero, de denuncias o demandas de responsabilidad. Eso me dijo con total seriedad desde su lancha capaz. No soy así, le dije.
Imagina. Los Ranger del servicio del parque dando ayuda: un senderista que se torció el tobillo; un niño que se cortó la mano con la navaja; una campista que tiene dificultades con su estufa de campamento; remolcando un vehículo para sacarlo de una zanja; ayudar a un velero a fondear con seguridad. Imagina. Habría demandas interminables. El servicio del parque nacional podía endeudar profundamente a la nación.
“Ranger” Minitri dirige que yo navego a mi mismo al fondeadero.
«Usted tiene viento,» me dijo, «Navega a vela. Sí, pasa tiempo para llegar. Tiene viento. Si estuviera a la deriva yo podía remolcarse.»
Eso lo dijo con autoridad. Creía conocer mejor que yo el arte de navegar. Trató de avergonzarme.
“Ta,” pensé yo. “Otra razón, uno nuevo para no ayudar. No sabe nada sobre la navegación a vela.” El viento había sido flojo, en contra de la ruta toda la mañana.
«Si no queda soplando el viento,» le dije, «Sí, estaré a la deriva.»
«El viento quedará. No se preocupe,» me dijo.
Para un remolque, dijo, hay una empresa. Le pregunté si la empresa tenía una lancha cerca. No, me dijo dudosamente. Vienen de Cayo Hueso.
Es la costumbre en los Estados Unidos. Servicios como estos son contratados por empresas privadas. La ayuda pública se limita a hacer cumplir las leyes. Me había olvidado tanta.
Cuando se fui me pregunté ¿por qué ha venido? Me di cuenta que vino no para ayudarme. Vino para investigarme.
Hay una ruta alternativa más larga por un canal al este, después al norte, al oeste por un canal estrecho, y al final al sur por el mismo canal aún más estrecho. Con el viento actual, era la ruta más adecuada.
Acepté el desafío de “Ranger” Minitri. Decidí bordejear hacía el Canal Este.
Después de menos de una hora, llegó mi salvación. Sentía que era mi salvación y me hice muy emocionante. Sentía tanto agradecimiento, profundamente de mi corazón, al punto de llorar.
Uno de mis compatriotas con un catamarán fondeado donde quería irme se enteró de mi apuro y decidió ayudarme. Su catamarán parece un castillo flotando por el agua. Tiene cuarenta y dos pies de largo y se sienta en el agua con casi dos metros de franco bordo. Dijo que su lancha auxiliar tuvo motor fuera borda de setenta y cinco caballos– más que suficiente para empujar a Brisa.
Acá cometí el error fatal. En vez de volver al plan original. En vez de volver al Canal Oeste– lo cerca y además, sotavento. En vez de eso elegí continuar bordejeando hacia el Canal Este para navegar casi al fondeadero antes que me ayudan el catamarán tan bondadoso y amistoso.
No sé ¿porqué hice eso? Tal vez fuera inercia– un ejemplo de mi propio pensamiento rígido. Tal vez fue la vergüenza que me hizo sentir el agente Minitri, que señaló que tenía viento para ayudarme a mi mismo. Estoy cierto que consideré volver al plan original, que descarté ese cambio, un segundo cambio. No quería dejar el plan B para volver al plan A. Lo cierto es que, si lo hubiera hecho, habría tenido otra historia que contar.
El castillo quedó conmigo por una hora y media o dos horas– yo bordejeando. Ellos navegan a vela poco. Lo abandonó y quedan a la vista, alcanzando a veces con el motor.
El viento crece a bonancible. Necesitaba capear para poner un segundo rizo en la vela mayor. Después navegué hacia el norte por el canal este. El viento ha girado hacia el norte. Todavía necesitaba bordejear. El viento seguía creciendo. Sale fresquito. Empezó una lluvia ligera. La visibilidad disminuyó.
Rogué al catamarán para quedarse conmigo a pesar de que ya ha pasado condiciones adecuadas que puedan ayudar. Estaba con miedo, ansioso. Por eso ruego su disculpa. Lo que debería haber hecho es liberarse a ellos de toda idea de quedarse conmigo, lejos del refugio. El viento fresquito cerró la posibilidad de dar remolque y fondear seguramente.
Con la lluvia yo cerré la cubierta con la tableta de navegación y el VHF portátil dentro. Ninguna de las dos funciona cuando está mojada.
Muy pronto después, venía una ráfaga furiosa, frescachón. Cuando venía estaba a medio de virar. Me puse capeado y empecé trabajando furiosamente para bajar el foque y la vela mayor. Una lluvia intensa venía, con fría. El viento sigue frescachón. Perdí la vista del catamarán.
Eché una vista dentro de la cabina a la tableta de navegación. Estaba totalmente desorientada. Capeado así estaba yendo con dos nudos directamente hacia los bancos donde habían otros naufragados. Intentando ponerme capeado por la otra banda, enredé la trinquete por su estay. Vi al catamarán de repente muy cerca. Intenté señalarles dejarme y volver a la seguridad de la bahía. Solo se alejan.
Con la trinquete enredada, sólo podía correr con el viento. Eso hice porque, con fortuna, el viento sopla del norte al noreste, no hacia los bancos. Si el viento hubiera venido desde el este, me hubiera hecho naufragio, seguramente.
Corriendo con el viento se siente más calma, todavía fresquito. La lluvia siguió. El catamarán, los ángeles que eran, quedan siguiéndome. Cuando estaba libre del peligro de los bancos, me ponía hacia el viento por un momento para liberar la trinquete. ¡Qué fuerte el viento!
Al final podía ponerme capeado por la banda adecuada. El viento me llevó lentamente hacia el sur, hacia el mar abierto. Organicé la vela mayor, todavía flameando, flojo al lado de la botavara. Lo ponía sujetado. La lluvia disminuyó. También amainó el viento a fuerza cinco, fresquito.
Saludé al catamarán con una grita de victoria, de celebración, mis brazos extendidos. Les dije adiós con el brazo. Entré dentro la cabina para quitar toda la ropa mojada. Estaba mojada hasta los huesos. Me sequé, desnudo. Escuché una grita fuera. (¿Estoy escuchando voces de nuevo?) Asomando la cabeza fuera, vi al catamarán a mi lado.
¡Qué bobo, yo! Saqué el portátil y hablamos. Les di mis agradecimientos profundos. Me desearon suerte. Partimos. Por el AIS les seguí por más de una hora que necesitaban alcanzar el fondeadero de nuevo. Por suerte su catamarán grande, con sus dos motores, podía navegar sin contratiempos por el viento fresquito.
Es mi culpa que salía al mar por días más, navegando con viento fresquito, a veces fresco, sin el piloto automático. Cuando llegó la ayuda que había pedido ya he abandonado el plan. Si no, el catamarán me habría fondeado con seguridad para el paso de la tormenta y el viento que la siguió.
Me siento muy agradecido al catamarán. Creo que les entrení por el día. Les di algo a hacer. Igual, para mí, eran heroicos. Salen de su posición de confort para ofrecer ayuda. No quitan a mi lado hasta el final. ¡Como bondadosos fueron! No puedo decir lo bueno que siento por ellos. Me dieron mucho de confort con su presencia.
A “Ranger” Minitri, no siento tanto el rencor, ahora. A su vista, yo no estaba con peligro ninguna. Para él, mi pedido era un pedido de comodidad. Un velero sin motor puede navegar a vela. Su realidad es su realidad, distinta que la mía. Lo que sea. Es un ser humano intentando vivir lo mejor, siguiendo las creencias las cuales, para él, sirven mejor. Él, como todos y todas, hace lo que pueda.
Por suerte el viento sopla justo para que pueda ponerme a ceñida, con el velero estable, en equilibrio, para seguir navegando hacía el este, a Cayo Hueso. Si no, sin energía para timonear a mi mismo, ni sol, ni motor, ni nada para generar energía para el piloto automático y el equipamiento de navegación… Si el viento hubiera soplado más desde el este, sí; hubiera estado navegando por quien sabe cuanto tiempo ni donde.
Llegué fuera del canal por los arrecifes al sur de Cayo Hueso con navegación difícil y duro. Necesitaba bordejear con viento fresquito y olas de dos metros con periodo corto. Temí por mi equipamiento. Algunas cosas más quiebran, incluso un motón de la trinquete. Prestan que hice mejoras improvisadas.
Mi hije y el sistema de mensajes satélites Garmin ayudan a organizar con una empresa para darme remolque por el canal entre los arrecifes fuera de Cayo Hueso al amarradero atrás de Cayo Fleming. Salían mil quinientos dólares estadounidenses. (Ya saben tanto valen.) Todo eso, si hubiera tenido juicio mejor, podría haber evitado. El catamarán me había ofrecido la salvación.
]]>
Una hora más tarde el viento amainó. Sale con calma. Por suerte viene el sol. Estaba lindo. Encendí el motor al ver que la bomba todavía no funcionaba. No pude completar el viaje con el motor.
De noche, con viento flojo, viraba de un lado al otro para aproximarme a los cayos Tortugas Secas. Llegue la próxima mañana. Esta historia te la cuento en lo siguiente.
]]>Los edificios más altos son buques de crucero. (Me enteré más tarde que hay un límite de altura por decreto.) Hay un montón de grúas. Quizá los británicos son de personalidad muy optimista. O oportunista. Quizá ganen una devolución rápida por sus inversiones.
El proceso de llegada fue el más fácil y el más amistoso que he encontrado en cualquier país. Un agente de la seguridad del puerto responde inmediatamente con un tono muy amable. Me dirigen a una de sus amarras bien mantenidas y seguras, que proporcionan para visitantes. La guardia de la costa me encontró y me guió hasta un muelle. Un agente visita con bienvenida. Me dió sus cuatro formularios y me dejó con paz para completarlos.
Escribí el nombre del velero cuatro veces, la fecha cinco veces, mi nombre cinco veces, mi firma cuatro veces. Cuando volvió, después de quince minutos, el llevé los formularios, mi pasaporte, y el registro del barco. Quince minutos después volvió con mis documentos y todos los permisos. No cargan ni un peso. No obstante, lo último que dijo era que Gran Caimán es un país muy caro.
En Gran Caimán, las áreas desarrolladas son muy modernos, con construcción de calidad alta, a nivel del primer mundo– calles, veredas, bordillos, galerías comerciales, edificios. Puede ser Miami o Fort Lauderdale.
Tienen su propio cultural local. Son británicos, con visitas de las royales y un gobernador designado por el rey. Hacen una fiesta de música, la Capella en avril. Hacen carnavales. El Batabano en mayo es lo tradicional con la onda espiritual. El CayMas en julio es más comercial. En noviembre hacen una semana de piratas. Corren un maratón en diciembre.
En los mercados hay todos tipos de frutas y verduras frescas y exquisiteces culinarias lujosas sobre las estancias. Tienen buena luz y pasillos anchos.
La mayoría de los autos son recién fabricados. Corren por el carril izquierdo de la calle como hacen en Inglaterra. Hay muchos de marca de lujo. Lo que hacen con los autos viejos no lo sabe nadie. Debe ser un vertedero grande en algún lugar porque el consumo es igual con cualquier colonización del continente.
No hay perros en las calles. A la vez hay gallos y gallinas. Una mujer sentada al lado de la vereda advirtió cuando yo pasé a ella, “Somos un país libre. Los gallos y las gallinas andan libres.” Hablan inglés. Escuchas acentos de las Indias Occidentales como Jamaica, británicos e asiáticos. Paré un momento para hablar con ella. Compartí una porción de las patatas fritas que había llevado. Ella compartió su porción con una gallina.
La industria del turismo es muy evidente. La isla está circunscrita por arrecifes. Hay expediciones de pesca deportiva y de buceo. Hay expediciones para la vista de la costa. Hay expediciones para nadar con mantas. Un espectáculo común es ver el catamarán jugando ¿cuántas personas podemos poner en la proa? Toda la gente quiere estar en la proa. Los catamarán aran el agua como cerdos pastando.
Por la tierra, en el centro de tortugas, crían y protegen la tortuga verde. Además, es un sitio turístico con un parque de la naturaleza, un tipo de parque zoológico. La realeza mantiene un parque botánico que lleva el nombre de la reina Elizabeth segunda. Hay una serie de cuevas en la selva al noreste de la isla. Allí pagas para tomar una excursión. A mí me interesó primariamente el parque botánico, pero no fuí.
Son muy listo con la industria financiera. Son un paraíso fiscal. Además, fijan su moneda con el dólar. No hay mercado para la moneda de Gran Caimán, $KY o KYD. Todos los ofertas son de $KY. Cuando pagas, si pagas con cualquier método internacional, primariamente aplican su conversión fijo a dólares y cargan en dólares. De esta manera, con tanto turismo, acopian dólares tanto rápido como Amazon. El cambio actual fue de 0.80 KYD para 1.00 USD.
En el puerto de George Town hay todas los días uno o tres buques de crucero lleno de compradores y turistas. Hay una zona de compras para ellos sin impuestos. No obstante, todas las compras son cargadas en dólares. Fuera de la zona hay calles peatonales muy lindos repleta de tiendas de artículos de lujo– bolsos, vestidos, relojes y diamantes.
La seguridad del puerto fue muy cortés con los buques de crucero por el radio. Que pasen bien. Buen viaje. Gracias por visitarnos. Espero que nos veamos pronto. Así, así, así.
No podía permitirme los gastos de una marina. A la vez, encontré un fondeadero bien protegido en una laguna al lado de la bahía del norte. Para llegar allí, navegué un canal entre los arrecifes seguido por dos millas náuticas de agua prístina, clarísima, con profundidad muy llano. Corre con solo treinta centímetros bajo la quilla, consolándose que si me encalló, lo habría hecho con un fondo de arena suave.
En la laguna, “Governor’s Creek,” estaba rodeado con mangles, condominios y caserones. Los casarones cada uno tienen su muelle, unos cuantos con lanchas. Había un puñado de veleros. Han hecho canales artificiales como calles para expandir el territorio con acceso a la laguna y la bahía. Todo estaba en buen estado, los patios bien cuidados por los jardineros.
A pesar de que el viento sopla con quince nudos (30 km/h), la superficie del agua queda quieta en la laguna bien protegida. Dos otros veleros se unen conmigo. Celebramos la víspera del nuevo año juntos. Una pareja de Eslovenia nos hospedó con un filete tártaro, pan casero y un plato de carne picada de cerdo, sazonada y envuelta en hojas de col, cocida al vapor con una ligera salsa de tomate. Muy rico.
Disparamos nuestras bengalas vencidas. Todos salieron disparados. Sólo algunos se encendieron. A medianoche, los fuegos artificiales nos rodean, incluso un visor de los fuegos de la playa de siete millas. Siguen por diez minutos con un final espectacular. Borrachos, contamos. Fue un buen despedido a 2023, un buen bienvenido al 2024.
]]>Experimenté un par de días de mar agitado, en el que es difícil moverse por el salón o tumbarse cómodamente en la litera. Tuve que encajar mi cuerpo de alguna manera con las piernas y el torso para hacer cualquier cosa con las dos manos. Calentar agua para hacer café instantáneo es un acto peligroso. Primariamente la tetera, después la taza amenazan con volcar y salpicar agua hirviendo sobre alguna parte del cuerpo. Nada queda quieto en ninguna superficie. Si tiene alguna altura se cae.
En el video, arma el audio para la narración.
Al medio de esto descubrí que la sentina estaba llena de agua. He olvidado armar la bomba con su interruptor flotante. Lo armé. Bombeó el agua. Todavía me preocupa mucho. ¿De dónde viene el agua? Siempre pasa con lluvia o con agua salpicando sobre la cubierta. No es mucho. Es algo. ¿Por qué? ¿De dónde? Obsesiono la mitad del día sobre eso.
Con estos tiempos me pregunto ¿qué diablos estoy haciendo? Podría estar en un bonito apartamento en Cordón, escribiendo, leyendo, visitando el cine y el teatro, disfrutando un café con amigos, tomando una milanesa y una cerveza en el bar de la esquina.
Pah. Engordando y muriendo lentamente. No hay nada que valga la pena que venga sin dificultades. Es mi actitud. Quería hacer eso. No hay razón. Para disfrutarlo. Para experimentarlo. Para vivir. Así que disfrútalo.
El mar es espectacular, azul profundo con ovejas alrededor sobre olas de uno o dos metros. Los peces se alejan nadando del velero. Para ellos, el velero es un pez más grande que amenaza comerles. He visto peces voladores. Son pequeños, azules. Vuelan rápidamente por línea recta.
Pienso en los patrones de las crestas de las olas. Son regulares aún infinitos. El patrón es regular, pero siempre cambiante, nunca el mismo. Nunca volverá a ocurrir en todo el tiempo, ni ha ocurrido nunca antes el patrón que se ve ahora. Es igual con el cielo, con el patrón de nubes sobre la superficie de la tierra. Lo mismo ocurre con el patrón del pensamiento y las emociones humanas colectivas– lo que todo en el pueblo siente o piensa en un momento dado.
He visto una nube lloviendo un arcoiris.
He visto un atardecer magnífico, naranja con nubes plateadas atrás. La luz naranja se refleja en el mar, que el mar también sea naranja.
Escucho voces. Dicen que les pasa a todos. El cerebro cambia pequeños burbujas y chirridos suaves en voces indistintos. Es extraño.
¿Para qué la vida? A disfrutar. A tomar placer. A ver, ser testigo. Estar presente.
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