Me quedo en Ciudad Vieja de Montevideo a las fines de Febrero, en Barrio Sur a la empieza de Marzo. Empiezo reconectar con el mar. Visito al Club Nautilus para navegar en velero con amigos y la profesora. Además, hay la Rambla. Caminando por la Rambla del día, siento el aire perfumada por el encuentro de mar y tierra en las orillas y sobre el muro de la escollera.
Tengo la costumbre de irme allí por la tarde, por el atardecer. Me siento al lado del mar sobre los banques de mármol que protegen la vereda a lo alto del muro de escollera. Desde allí tengo una vista del mar como sobre el velero, sin interrupción hasta que el agua encuentra el cielo.
Buques de carga, de contener, de petróleo, cruceros, el Buquebus se van y vienen por la entrada del puerto.
Los pescadores tiran sus anhelos y aguardan sus cañas para una señal que hay un pez enganchado.
La gente pasa como individuos, parejas, grupos pequeños de amigos, familia, parejas con niños, madres con hijas adultas. Se va caminando, jogging, en bici, patinete, o simplemente se siente, mirando el mar. Grupos se reúnen, sentdados en sillas de jardín, compartiendo mate, poniéndose el día.
Si encuentran conocidos, les saluden. Por lo mayor somos desconocidos, cada con su propia vida, unidos por nuestros ritos de visita a la Rambla.
En algunos lugares, las olas chocan contra el muro para ser reflejado de nuevo hacia el mar. Las olas reflejadas por el muro interactúan con las olas que vienen. Cuando cruzan, se reúnen por un momento, creando una ola más alta y a veces soplando una pica de espuma. En otros lugares, las olas lavan farallones rocosos. De noche allí, a veces puedo oír llamadas de grillos.
A veces un avión llega y se pone alineado con la pista en el aeropuerto de carrasco para aterrizar.
Pájaros vuelen, levantándolos por el aire desviado arriba por el muro cuando el viento viene desde el sur, o con la brisa del mar. Golondrinas cazan insectos. Las golondrinas viven en agujeros al frente del mar.
Reconozco que las pájaros sienten el aire de manera distinta que nosotros. Es su ambiente, como un pez en el agua. Volando, naturalmente experimenten el aire de manera sutil y delicada, como algo presente, inmediato, como nosotros experimentan el mundo sólido.
La superficie del Río cambia su color con el atardecer. Al principio está brillante, con reflexiones del sol destellando desde las olas. Después está plateado. El sol como globo dorado se mete en el mar o en los nubes por el horizonte. Abajo el horizonte, pinta el cielo con gamas de violeta, rojo, y naranja.
El mar se oscurece con color púrpura y turquesa. Las primeras estrellas aparecen. Una brizna de la luna creciente casi toca al punto de luz desde Júpiter. Muy pronto la luna va a ocultar el planeta. Venus es la primera estrella. Al fin las estrellas más brillantes aparecen. Con más oscuridad emergen las constelaciones, incluso el cruz del sur.
Por el horizonte, las luces de navegación del canal al Puerto Montevideo destellan. Indican un camino sobre el mar, el camino de entrada y salida para los buques. Puedo ver los destellos de los faros en Punta Brava e Isla de Flores. El faro de Punta Brava emite un destello blanco seguido por una roja cada diez segundos; el de Isla de Flores, dos destellos blancos cada 16 segundos. Además hay los destellos de las boyas del área protegido al sur de Punta Brava– una con nueve destellos blancas, lo del extremo con seis blancas seguido con una larga. Afuera en los fondeaderos, las luces de los buques parecen pequeños pueblos por un orillo distante.
La Rambla ofrece un vínculo entre mi vida en la ciudad y la del mar. Tiene casi todo. ¿Por qué me voy? Creo que es para tener algo interesante para dedicarme. A ver. A aprender. Siguiendo un destino.
Pah. Que ostentoso. Estoy huyendo de mi especie, cuál encuentro, en grupo, desconcertante. Un ermitaño.
Nada de eso y todo. Disfruto algo que me encuentro divertido. A mi me gusta el estilo de la vida navegando el velero.