En los distritos Palermo y Barrio Sur en Montevideo los residentes celebran habitualmente un ritual de tambores.
Primero vienen las diosas bellezas. De vez en cuando hay entre ellas una mujer trans, o un hombre femenina. Traen energía femenina.
Atrás ellos vienen los tambores, alimentando la energía femenina con energía masculina desde sus ritmos. Los tambores chicos quedan a un ritmo regular, llamando a los tambores pianos, los cuales responden. Los tambores repiques responden con ritmos improvisados, llamándose uno al otro. Juntos, los tambores emiten una onda energética de bienestar, felicidad, celebración.
De los lados y atrás la gente sigue, nadando en la energía femenina y masculina circulando como un campo magnético. Beben cerveza desde botellas de un litro. Algunos fuman tabaco, o un porro. Especialmente atrás, la gente baila.
Cómo uno siguiendo, intento descartar el sentimiento de yanqui extranjero muy raro. Ese rol de verdad me acusa. No tengo el patrimonio de crecer desde mi infancia entre esta cultura. No viene de mi sangre. Viene de mi corazón desarrollando, aprendiendo, agradeciendo, incorporando conocimiento.
Una mujer halaga mi remera de “La Vela Puerca” y baila conmigo un momentito. Siento felicidad. Sonrío con mi cabeza un poco demasiado atrás. Todavía resisto este sentido, como no lo merezco como extranjero o que no debo sentirlo. Sólo poco a poco estoy sintiendo más libertad para dar reconocimiento y expresión a estas emociones positivas. Es una bendición que brinda el barrio.
Somos una comunidad. Hay grupos pequeños y otros individuos desconocidos uno del otro, unidos en el rito de seguir a los tambores.