Estoy navegando por la costa de América Central entre El Salvador y Panamá. Actualmente he capeado diez millas náuticas fuera de la costa de Nicaragua, doce millas al sudeste del puerto de Corinto. Había cuatro días peleando con periodos de viento en contra, períodos de viento fortísimo, periodos de lluvia, periodos de calma, periodos de viento ligero a popa. Había unas horas cada día, de la tarde, muy lindo con viento agradable a través.
¿Cómo puedo tomar un poco de descanso?
Adelante, tengo que trepar el área de vientos fuertes conocido como “El Papagayo.” Es un área parecida al Tehuantepec, pero menos fuerte. El viento sopla allí a veces en los veintes con ráfagas hasta treinta nudos. Está por la costa de Nicaragua con la frontera de Costa Rica, a frente con el gran Lago de Nicaragua, un lago de largo ochenta por ciento sesenta kilómetros.
Tardaba tanto peleando para irme al sudeste que he perdido una ventana para cruzar el área del Papagayo. Los facsímiles del clima por radio corta banda preven más que veinte nudos allí con olas de dos metros. No es tan peligroso para Brisa, pero no tengo ganas de experimentarlo si no necesito. También, estoy un poco agotado.
Es la hora sacar la vela de fortuna para capear. Mi vela de fortuna es una vela de fortuna que mantengo en la base del mástil, listo. Tiene su propia vía sobre el mástil. Lo mantengo ya enganchado con su vía en una bolsa amarilla. Solo necesito desplegarlo, sujetar la escota, y subirlo con la driza mayor para armarlo.
La maniobra de capear sitúa el velero estable, más o menos parado. Lo que pasa es que el velero quiere ponerse de través con el viento y las olas, yendo adelante lentamente. Con el timón fijado hacía el sotavento, el velero quiere girar para enfachar al viento. De este modo, el velero está en balance entre los dos– de través y yendo para enfachar. Resulta que desliza un poco al lado, empujado por el viento.
Es posible capear sin vela ninguna con vientos fuertes. El viento contra el casco provee el impulso. Además con la vela de estay funciona muy bien la maniobra de capear. Se pone al revés, casado contra el viento al lado barlovento. Con el timón fijado al sotavento. La vela de estay aumenta el impulso del casco.
Lo que pasa capeado con solo el casco o con la vela de estay es que el velero se para seguro. Todo pasa más tranquilo, pero no tan tranquilo como cuando utilizo la vela de fortuna.
Pasé una noche capeado con la vela de estay. El viento impulsa olas de un metro y medio, a veces dos metros, con periodo corto. Cuando llega un par de olas grandes juntos, como pasa de vez en cuando, el velero escora violentamente de un lado al otro. Adentro había un catástrofe. No podía poner cualquier cosa sobre una mesa o encimera. Si lo hice, se desliza violentamente de lado a lado y se cae o voltea. Moviendo entre la cabina fue un ejercicio de gimnasio con riesgo de herida.
Utilizando la vela de fortuna en lugar de la vela de estay, el velero sitúa con más tendencia quedarle escorado por el lado sotavento. La vela está alta por el mástil donde el viento lo impulsa con palanca larga. Cuando vienen las olas, el viento contra la vela alta provee un colchón. El velero no puede revolcarse tanto de lado a lado. Adentro, puedo hacer pan, teclear por la computadora, tomar mate, moverse sin riesgo de herido.
La foto de la bañera muestra la escota de la vela de fortuna sujetada a un molinete por una cornamusa. El timón está sujetado a sotavento al lado con la silla.
Desde la silla saqué para vos una foto de la superficie del mar. Puedes ver el área liso, barlovento del casco con el mar rugoso alrededor. El casco deslizando hacía el sotavento pliega el mar, creando un área de tranquilidad por su mismo. Las olas no chocan ni se quiebran allí contra el casco.
Capeado, puedo pasar la noche durmiendo. Solo me despierto de vez en cuando para calificar que todo esté en orden. Pongo la luz de ancla como señal de que estoy sin maniobra. No soy un peligro para nadie. Todos, incluso los buques de pesca deben esquivar.
Con viento en contra, puedo capear y solo perder menos que una milla náutica por hora esperando vientos más favorables. No estoy en carrera. Es navegación tranquila, disfrutando la vida en mi pequeño cobijo, con mi velero Brisa.