El Golfo de Tehuantepec está sobre la costa pacífica de México, al sur del país, cercana a su frontera con Guatemala. Es una parte estrecho del istmo américa central. Además es una zona baja y plana entre zonas montañosas. Al norte del istmo es la parte oeste del Golfo de México.
El Golfo es una área peligrosa para los barcos pequeños como Brisa. La razón es que presenta una microclima, conocido como el Tehuantepecano con vendavales frecuentes, y vientos fuertes. Lo que pasa es que, cuando hay viento del norte en el Golfo de México, el viento está canalizado y acelerado por las montañas a ambos lados de la tierra estrecha y baja del istmo. Los vientos acelerados alcanzan hasta cuarenta nudos o más (ochenta kilómetros por hora). Además, el viento causa que el mar forme pilas de olas grandes, hasta cuatro o cinco metros, con periodo corto.
El área afectada es una franja estrecha del Golfo de Tehuantepec hasta cientos millas náuticas afuera el golfo hacía el océano pacífico. Desde entonces el pacífico no sale tan apacible. Sale un desastre. En tiempos pasados, cada año había barcos perdidos, soplados lejos o hundidos.
En esos tiempos no era método seguro ninguno para prever los vendavales del Golfo de Tehuantepec. Fue necesario mirar lo que pasa en el Golfo de México, al lado norte del istmo para descifrar el patrón que las índica. Ahora tenemos Windy, y los pronósticos estadounidenses de NOAA y el centro de huracanes.
Me senté en el Puerto Ángel al oeste del golfo disfrutando la zona y esperando la oportunidad venturosa para cruzar. Lo ideal sería que hubiera viento para navegar con vela, pero no tanto viento que viene con los vendavales. Eso no pasa. El viento de Tehuantepec es como una luz. Está encendido o apagado.
A la vez decidí cruzar al fin de un evento del viento con pronóstico libre de los vientos fuertes por cuatro o cinco días hasta la próxima.
Cruzando, el mar fue liso, tranquilo, de superficie vidriosa. El Tehuantepec era como un monstruo durmiendo. Camine de puntillas para no despertarlo.
De realidad, navegué con el motor por treinta y seis horas, un día y media, para franquear la zona rápidamente. No esperé viento para navegar con vela. Corrí con el motor más que nunca he corrido. Añade combustible al tanque desde los bidones para que no salga agotado.
Me sentía un poco desanimado porque no experimenté viento ninguna. Pero no mucho. Puse el peligroso Golfo de Tehuantepec a mi espalda.