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Aventuras del velero Brisa
15 June 2023

Isla Grande

El viaje comienza con una señal

Saliendo de la marina Shelter Bay por las rompeolas de Bahía Limón y del canal de Panamá, así saliendo, no había viento ninguno. El motor con mil-quinientos pasos por minuto me llevó con cinco nudos.

Puesta del sol, Bahía Linton

Eventualmente hubo un viento suave. Era lo que fluía hacia la costa donde crecía una tormenta. Apuesto a que no va a mudarse por el mar. Levanté la vela mayor y la genoa. Me llevan cuatro nudos, bien.

Después de cinco minutos vino una ráfaga al frente, por la proa. Estaba bien cerca porque la luz y el sonido llegaron juntos, fuertes. Podía oír el crujido del aire.

La ráfaga conecta con una parte del cielo sin nubes bajas ni oscuras. Pensaba ¿cómo pasa eso? cuando vino otra igual que la primera.

Decidí que el dios del mar Poseidón quería decirme algo. Bajé las velas y seguí con el motor.

Al final no había mucho viento. Me alcanzó una escasa lluvia ligera y nada más.

Galeras en Bahía Lindo

Bahía Lindo y Isla Grande

En la Bahía Lindo (Linton Bay) el día siguiente salí para probar las velas de nuevo. Había viento leve, ventolina. Hice igual, con la vela mayor y la genoa. Era solo una navegación con destino a tres millas náuticas al canal entre la tierra mayor y una isla cerca, Isla Grande.

Al mediodía amaneció otra tormenta y me fondeé de nuevo.

Catamarán abandonado atrás de Isla Grande

Me quedé seis días allí, limpiando el fondo del velero y dejando de fumar. Mis pulmones dijeron que necesitaba parar. Fumo poco, cuatro o seis veces por día. La frecuencia crece con mi estado de ansiedad. Sin embargo, sabía que era el momento dejarlo. Otra indicación era que solo podía contener el aire treinta segundos por vez cuando raspaba los corales del fondo. Necesité zambullirme bajo el velero unas cien veces, en cinco o seis sesiones, para completar la tarea. Al final quedé muy satisfecho con el resultado.

Puesta del sol, Isla Grande

El fondeadero era incómodo. A veces entraban olas que sacudían el velero. Lo aguanté, a pesar de que pensé en mudarme a la Bahía Lindo de nuevo. Quería visitar al pueblo, ver la vida de los panameños caribeños.

Orilla al sur de Isla Grande

Y sí, había bastante vida. Era el fin de semana cuando llegué. Pangas van y vienen, rodeando el punto de la isla para encontrarme en sus pasos el pueblo al otro lado, por la tierra mayor. Llevan turistas a la playa al lado oceánico de la isla. Con el paso de las días, acostumbrados a mi presencia, agarraron coraje y se acercaron más y más. Yo los saludé y les sonreí. Escuché a uno de los choferes que gritaba, “¡Jejeje, mira el hippy!” Una chica grande me mostró su cola. Otra flaca sopló un beso. Pensaban que yo era divertido.

Panga rastreando visitantes a la playa, Isla Grande

Mis vecinos eran una trimarán grande y un catamarán, ambos amarrados. Una pareja vive en el trimarán. No los encontré. Aparentemente han estado allí unos años. Es lo que pasa con las amarras. El catamarán estaba abandonado, completamente desprovisto, descuidado. Es otra cosa que pasa con las amarras.

Siempre digo que las amarras son la muerte de barcos, especialmente cuando son amarras extraoficiales, ocupantes informales que no pagan por el privilegio de anexionar una parte del fondeadero para uso propio exclusivo. Dejan sus barcos sobre la amarra y los olvidan.

Resorte sobre Isla Linton

No hay mucho más para decir. Me fui, vi, y salí con un casco limpio.

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