Los pelícanos abundan en Diciembre, en la Bahía de La Paz, sobre el Mar de Cortés, en Baja California Sur. Se adaptaron totalmente al ambiente costero porque allí encuentran todo lo que necesitan.
Al mirarlos, todo lleva a sentir que están tan cómodos en ese lugar!
Vuelan o se posan sobre el agua, se acomodan sobre algún muelle o alguna roca como jóvenes en la rambla tomando mate, quizá fumando un caño, y disfrutando plenamente el aire libre con otros compañeros. Todos sus movimientos parecen gráciles y naturales. Parecen conscientes de su ser, con una conciencia centrada y tolerante, en la que no parece haber contrariedades. Su mundo es perfecto, toman las cosas como vienen.
Si les observas, verás su comportamiento ágil y complejo. Pueden volar solos, en pares, o en grupos, a un altitud de diez metros o rozando la superficie del agua. Cuando andan en pares, vuelan como si fueran uno solo, posicionándose juntos a una distancia invariable en los ascensos, descensos y giros. Son como pares de aviones militares volando de un lugar a otro en importantes misiones.
Sus alas se despliegan en forma curva hacia abajo formando un ángulo diedro negativo de tal manera que, cuando vuelan, las puntas de las alas tocan el agua antes que sus cuerpos. Volando sobre el agua, lo hacen a una distancia de apenas unos centímetros entre las puntas de las alas y la superficie. De esta manera, aprovechan la presión entre sus alas y el agua, como un colchón, para deslizarse sin aletear. Cuando necesitan aumentar o mantener la velocidad, se elevan lo suficiente como para que las puntas de sus alas no toquen el agua con el movimiento.
La forma de sus alas es como la de las águilas, no como la de los patos, porque vuelan y se deslizan ágilmente. Cuando cazan peces, su técnica es la siguiente: desde una altura de más o menos cinco metros, observan a los peces que nadan cerca de la superficie del agua. Cuando ubican las posibles presas doblan sus alas y caen en picada a todo velocidad, extendiendo las puntas de sus picos y siguiendo cada uno de los movimientos de los peces con agilidad, todo lo cual dura solo unos segundos, hasta zambullirse en el agua con un gran chapoteo. La caída imprime una voltereta al cuerpo, de manera que cuando emergen del agua quedan flotando en la dirección opuesta a la que se zambulleron. Luego suelen quedarse un rato flotando sobre el mar, mientras despliegan parcialmente sus alas para sacudirse el agua y vacían el agua que quedó en la bolsa de sus picos. Si capturaron algún pez, lo cual no es siempre el caso, estiran hacia arriba cuello y pico para deslizar el pez o los peces hacia el estómago. Satisfechos, porque cada zambullida es un éxito sin o con habiendo capturado un pez, despliegan sus alas y toman aire para cazar y zambullirse de nuevo.
Algunas veces es posible verlos cazando en pares. Cuando lo hacen, mantienen en la zambullida la misma formación del vuelo. Impactan el agua al mismo tiempo con solo un metro de distancia entre cada uno. Remontan vuelo, cazan y se zambullen una y otra vez. Esto es lo más parecido a un ritual de apareamiento, que seguramente tendrán, porque si no, no habría pelícanos.
En ocasiones los pelícanos migran en grupos de docenas, quizás a un lugar donde sepan que encontrarán buena pesca, dependiendo de las condiciones del clima y el mar. También pueden volar a cierta distancia de la costa, y allí descansar durante horas sobre la superficie del agua. Cualquiera sea el motivo, vuelan en formaciones en V, que les permite aprovechar la corriente de aire que genera el pelícano de adelante y así ahorrar energía.
Hubo una tarde, cuando la marea estaba baja, en que una gran cantidad de peces quedó atrapada detrás de una barrera de arena, donde el mar formó una piscina poco profunda. Un grupo de pelícanos lo aprovechó para darse un banquete. Remontaban vuelo en grupos de una docena o más, para luego zambullirse juntos a capturar los peces, que era abundantes. El sonido del chapoteo de sus impactos simultáneos era como el sonido de las olas rompiendo sobre la playa. Una y otra vez los grupos volaban y se zambullían. Una y otra vez se escuchaba el sonido de las olas rompiendo en la arena.
Son pescadores inteligentes los pelícanos. Cuando los cardúmenes de peces saltan para escapar de algún depredador debajo de la superficie, el sonido de sus saltos atrae a los pelícanos, quienes aprovechan la presencia de los peces cerca de la superficie para comerlos. Los pobres peces escapan de un depredador solo para encontrarse con otro. No en vano los peces se reproducen con miles de huevas.
En general, los pelícanos no prestan atención a los seres humanos. Evidentemente no nos resultan una buena comida. Al igual que los gansos salvajes, no nos gustan tanto. No obstante, a veces nuestras actividades traen beneficios para los pelícanos. Es el caso de las motos de agua. El chorro de agua que los impulsa aturde a algunos peces, y entonces es posible ver a los pelícanos cazando en las estelas que dejan las motos de agua.
Los pelícanos son silenciosos. A pesar de los sonidos de sus chapoteos y del aire que silba a través de sus alas, no les escuchamos. No graznan ni necesitan emitir sonidos para comunicarse entre ellos. Se comunican a través de su presencia y sus movimientos. Tienen un comprensión natural, agradable y bondadosa entre sí. Nunca se les ve peleando. Es como si todos los pelícanos comprendieran que hay abundancia para todos y todas. De ese manera los pelícanos pasan sus vidas en paz, disfrutando el ahora, felices.