Brisa Logo

Aventuras del velero Brisa
27 January 2024

Tortugas Secas

Poder del viento Escala de Beaufort

Fuerza Frase Nudos km/h
2 flojito 4-6 7-11
3 flojo 7-10 12-18
4 bonancible 11-16 19-29
5 fresquito 17-21 30-38
6 fresco 22-27 39-49
7 frescachón 28-33 40-59

La Ruta

Para llegar al fondeadero de Tortugas Secas sería preciso navegar al norte y noreste por el Canal Oeste, un canal estrecho con rocas ocultos y arrecifes. Llegando entre las bancas, los arrecifes y el Cayo de Jardín (Garden Key), navegaría al este una milla náutica. Al final navegaría al sur por un canal aún más estrecho para llegar al Puerto de Cayo Pájaro (Bird Key Harbor). El viento estaba flojo desde el noreste.

Ruta del canal oeste, Tortugas Secas

A vela, me parecía imposible. Con el motor sería fácil, una hora de navegación. Con el motor, hubiera llegado el día anterior. El único problema fue que no tenía motor. Sentía prisa porque el pronóstico prevé la llegada de un frente frío con viento fresco seguido por viento fresquito por días.

Quería sufrir los vientos previstos fondeado, no navegando. Además, la llegada a los puertos al este, de Cayo Hueso sería aún más difícil sin motor. Esperé mejorar el motor en Tortugas Secas. Solo precisa una pieza, una bomba. Con el acceso desde Tortugas Secas por transbordador e hidroavión al continente, podría obtenerlo.

Sin motor también me faltaba potencia para hacer funcionar el piloto automático. Puedo navegar por algunos puntos de vela sin el piloto, con el velero bien equilibrado. Eso me salva.

Sin energía me quedaría sin GPS ni cartas electrónicas. Puedo navegar con cartas impresas y cálculo de ojo. Prefería no estar tan desesperado como navegar por estima y con sólo mi ingenio para timonear.

Pedí ayuda de los autoridades del parque nacional, allí. Estuve con fantasías de mi país de oro, poblado con gente amable y heroica. Recordé el entrenamiento de mi juventud, con historias de los hombres valientes en el servicio de los parques nacionales, que prestaban asistencia amistosa a excursionistas, campistas y montañeros.

Ruta del canal oeste, Tortugas Secas

El Ranger

Comuniqué por VHF con un autoridad del parque. Me dijo que va a venir. Llegó con una lancha muy capaz, con dos motores poderosos fuera borda y equipo de arranque bien reforzado. La lancha tenía la etiqueta, “Policía del Parque”.

Inmediatamente vi que no fue un “Ranger”, una persona con conocimiento de los elementos, como navegar, como quedar bien con viento, lluvia, sol, frío, una persona sabia, en casa con lo salvaje, con la naturaleza. No. Este hombre fue policía, no más, con sentido ninguno para nada fuera de su tribu y sus ideas limitadas. No va a ayudar a nadie. Peor. Era el tipo que vio a todas fueras con desprecio, perjuicio, y si pudiera, los perseguiría y enjusiaría. “Ten cuidado,” me dije.

Su título “Ranger Minitri” sea más adecuado como “Agente Minitri”. Dijo que no podía darme remolque si yo no estaba en peligro de hundirse. Dijo que había peligro de daños a su lancha o a mi velero, de denuncias o demandas de responsabilidad. Eso me dijo con total seriedad desde su lancha capaz. No soy así, le dije.

Imagina. Los Ranger del servicio del parque dando ayuda: un senderista que se torció el tobillo; un niño que se cortó la mano con la navaja; una campista que tiene dificultades con su estufa de campamento; remolcando un vehículo para sacarlo de una zanja; ayudar a un velero a fondear con seguridad. Imagina. Habría demandas interminables. El servicio del parque nacional podía endeudar profundamente a la nación.

Ruta del canal oeste, Tortugas Secas

“Ranger” Minitri dirige que yo navego a mi mismo al fondeadero.

«Usted tiene viento,» me dijo, «Navega a vela. Sí, pasa tiempo para llegar. Tiene viento. Si estuviera a la deriva yo podía remolcarse.»

Eso lo dijo con autoridad. Creía conocer mejor que yo el arte de navegar. Trató de avergonzarme.

“Ta,” pensé yo. “Otra razón, uno nuevo para no ayudar. No sabe nada sobre la navegación a vela.” El viento había sido flojo, en contra de la ruta toda la mañana.

«Si no queda soplando el viento,» le dije, «Sí, estaré a la deriva.»

«El viento quedará. No se preocupe,» me dijo.

Ruta del canal oeste, Tortugas Secas

Para un remolque, dijo, hay una empresa. Le pregunté si la empresa tenía una lancha cerca. No, me dijo dudosamente. Vienen de Cayo Hueso.

Es la costumbre en los Estados Unidos. Servicios como estos son contratados por empresas privadas. La ayuda pública se limita a hacer cumplir las leyes. Me había olvidado tanta.

Cuando se fui me pregunté ¿por qué ha venido? Me di cuenta que vino no para ayudarme. Vino para investigarme.

La Compatriota

Hay una ruta alternativa más larga por un canal al este, después al norte, al oeste por un canal estrecho, y al final al sur por el mismo canal aún más estrecho. Con el viento actual, era la ruta más adecuada.

Acepté el desafío de “Ranger” Minitri. Decidí bordejear hacía el Canal Este.

Después de menos de una hora, llegó mi salvación. Sentía que era mi salvación y me hice muy emocionante. Sentía tanto agradecimiento, profundamente de mi corazón, al punto de llorar.

Uno de mis compatriotas con un catamarán fondeado donde quería irme se enteró de mi apuro y decidió ayudarme. Su catamarán parece un castillo flotando por el agua. Tiene cuarenta y dos pies de largo y se sienta en el agua con casi dos metros de franco bordo. Dijo que su lancha auxiliar tuvo motor fuera borda de setenta y cinco caballos– más que suficiente para empujar a Brisa.

Acá cometí el error fatal. En vez de volver al plan original. En vez de volver al Canal Oeste– lo cerca y además, sotavento. En vez de eso elegí continuar bordejeando hacia el Canal Este para navegar casi al fondeadero antes que me ayudan el catamarán tan bondadoso y amistoso.

No sé ¿porqué hice eso? Tal vez fuera inercia– un ejemplo de mi propio pensamiento rígido. Tal vez fue la vergüenza que me hizo sentir el agente Minitri, que señaló que tenía viento para ayudarme a mi mismo. Estoy cierto que consideré volver al plan original, que descarté ese cambio, un segundo cambio. No quería dejar el plan B para volver al plan A. Lo cierto es que, si lo hubiera hecho, habría tenido otra historia que contar.

El castillo quedó conmigo por una hora y media o dos horas– yo bordejeando. Ellos navegan a vela poco. Lo abandonó y quedan a la vista, alcanzando a veces con el motor.

El viento crece a bonancible. Necesitaba capear para poner un segundo rizo en la vela mayor. Después navegué hacia el norte por el canal este. El viento ha girado hacia el norte. Todavía necesitaba bordejear. El viento seguía creciendo. Sale fresquito. Empezó una lluvia ligera. La visibilidad disminuyó.

Rogué al catamarán para quedarse conmigo a pesar de que ya ha pasado condiciones adecuadas que puedan ayudar. Estaba con miedo, ansioso. Por eso ruego su disculpa. Lo que debería haber hecho es liberarse a ellos de toda idea de quedarse conmigo, lejos del refugio. El viento fresquito cerró la posibilidad de dar remolque y fondear seguramente.

Con la lluvia yo cerré la cubierta con la tableta de navegación y el VHF portátil dentro. Ninguna de las dos funciona cuando está mojada.

El Frente Fría

Muy pronto después, venía una ráfaga furiosa, frescachón. Cuando venía estaba a medio de virar. Me puse capeado y empecé trabajando furiosamente para bajar el foque y la vela mayor. Una lluvia intensa venía, con fría. El viento sigue frescachón. Perdí la vista del catamarán.

Trazado del día en Tortugas Secas

Eché una vista dentro de la cabina a la tableta de navegación. Estaba totalmente desorientada. Capeado así estaba yendo con dos nudos directamente hacia los bancos donde habían otros naufragados. Intentando ponerme capeado por la otra banda, enredé la trinquete por su estay. Vi al catamarán de repente muy cerca. Intenté señalarles dejarme y volver a la seguridad de la bahía. Solo se alejan.

Con la trinquete enredada, sólo podía correr con el viento. Eso hice porque, con fortuna, el viento sopla del norte al noreste, no hacia los bancos. Si el viento hubiera venido desde el este, me hubiera hecho naufragio, seguramente.

Corriendo con el viento se siente más calma, todavía fresquito. La lluvia siguió. El catamarán, los ángeles que eran, quedan siguiéndome. Cuando estaba libre del peligro de los bancos, me ponía hacia el viento por un momento para liberar la trinquete. ¡Qué fuerte el viento!

Al final podía ponerme capeado por la banda adecuada. El viento me llevó lentamente hacia el sur, hacia el mar abierto. Organicé la vela mayor, todavía flameando, flojo al lado de la botavara. Lo ponía sujetado. La lluvia disminuyó. También amainó el viento a fuerza cinco, fresquito.

Saludé al catamarán con una grita de victoria, de celebración, mis brazos extendidos. Les dije adiós con el brazo. Entré dentro la cabina para quitar toda la ropa mojada. Estaba mojada hasta los huesos. Me sequé, desnudo. Escuché una grita fuera. (¿Estoy escuchando voces de nuevo?) Asomando la cabeza fuera, vi al catamarán a mi lado.

¡Qué bobo, yo! Saqué el portátil y hablamos. Les di mis agradecimientos profundos. Me desearon suerte. Partimos. Por el AIS les seguí por más de una hora que necesitaban alcanzar el fondeadero de nuevo. Por suerte su catamarán grande, con sus dos motores, podía navegar sin contratiempos por el viento fresquito.

El final

Es mi culpa que salía al mar por días más, navegando con viento fresquito, a veces fresco, sin el piloto automático. Cuando llegó la ayuda que había pedido ya he abandonado el plan. Si no, el catamarán me habría fondeado con seguridad para el paso de la tormenta y el viento que la siguió.

Me siento muy agradecido al catamarán. Creo que les entrení por el día. Les di algo a hacer. Igual, para mí, eran heroicos. Salen de su posición de confort para ofrecer ayuda. No quitan a mi lado hasta el final. ¡Como bondadosos fueron! No puedo decir lo bueno que siento por ellos. Me dieron mucho de confort con su presencia.

Vela de salvaje con la vía quebrada

A “Ranger” Minitri, no siento tanto el rencor, ahora. A su vista, yo no estaba con peligro ninguna. Para él, mi pedido era un pedido de comodidad. Un velero sin motor puede navegar a vela. Su realidad es su realidad, distinta que la mía. Lo que sea. Es un ser humano intentando vivir lo mejor, siguiendo las creencias las cuales, para él, sirven mejor. Él, como todos y todas, hace lo que pueda.

Por suerte el viento sopla justo para que pueda ponerme a ceñida, con el velero estable, en equilibrio, para seguir navegando hacía el este, a Cayo Hueso. Si no, sin energía para timonear a mi mismo, ni sol, ni motor, ni nada para generar energía para el piloto automático y el equipamiento de navegación… Si el viento hubiera soplado más desde el este, sí; hubiera estado navegando por quien sabe cuanto tiempo ni donde.

Trazado de la llegada a Cayo Hueso

Llegué fuera del canal por los arrecifes al sur de Cayo Hueso con navegación difícil y duro. Necesitaba bordejear con viento fresquito y olas de dos metros con periodo corto. Temí por mi equipamiento. Algunas cosas más quiebran, incluso un motón de la trinquete. Prestan que hice mejoras improvisadas.

Mi hije y el sistema de mensajes satélites Garmin ayudan a organizar con una empresa para darme remolque por el canal entre los arrecifes fuera de Cayo Hueso al amarradero atrás de Cayo Fleming. Salían mil quinientos dólares estadounidenses. (Ya saben tanto valen.) Todo eso, si hubiera tenido juicio mejor, podría haber evitado. El catamarán me había ofrecido la salvación.

Playa de amarras Garrison Bight

categorías: navegación - tortugas_secas - remolque - contratiempos
Anterior: Veintiuno millas al sur
Próxima: Cayo Hueso
Índice