Quedé dos semanas y unos días en la Marina Santa Rosalía. La razón fue que hice un montón de proyectos que no podía hacer fondeado. En la foto, puedes ver Brisa abajo a la derecha.
La marina es cómo un parque para casa de rodillas. Algunos veleros, como el Slipper y el yacht de motor grande quedan meses por meses sin salir. Con dos semanas, estoy familiar con todos. Es un barrio pequeño. Otros pasan solamente por días. Es una parada en la jornada al sur. Hay algunos que ya conocí en Bahía de los Ángeles quien también pasan por acá.
Hay un montón de aves residente en la marina y el área protegido por los rompeolas– grullas, garzas, cormoranes, pelícanos, y gaviotas. Además palomas. Hay variedad. Andando por el muelle perturbo un grupo de cuatro gaviotas, todas con plumaje blanco puro, sus alas rayadas con gris, muy vigorosas, en buen estado, adultos jóvenes formando sus alianzas y buscando parejas. Después de ellos, una garza, y más allá una grulla. Las grullas se quejan con voz alta antes de desplegar sus alas con envergadura más que un metro.
Los pelícanos y los cormoranes paran en los barriles del alto muelle a frente de la marina durante el día. Por la mañana los pelícanos se establecen sobre el agua y pican peces a sus lados.
Al otro lado del muelle los pescadores tienen su desembarque. Van y vienen por cualquier hora en las pangas. Las farolas iluminan los muelles y el agua vidrioso ondulando suavemente. Cuando el velero mueve, seguro que es por la estela de una panga.