Cuando llegamos a la bahía Agua Verde, después de un lindo día de navegación con viento de aleta, nos dimos cuenta de inmediato que queríamos detenernos allí.
Salimos del canal de San José dos días antes, con una parada en Punta San Telmo la noche anterior. La tierra alrededor de Punta San Telmo es relativamente plana, con una cresta de roca estriada de fondo, en la distancia. Por otro lado, bahía Agua Verde tiene montañas a su alrededor. Picos altos y rocosos descienden en laderas suaves hasta los acantilados sobre la orilla, que caen precipitadamente al mar.
Mirando hacia el mar hay una roca solitaria (se llama precisamente Solitaria). Está blanca por el guano de aves, parece una gran vela cruzando la desembocadura de la bahía. Pero nunca se mueve.
Una isla pequeña y un punto de la roca separan dos fondeaderos y crean una playa aislada con el valle. Pelícanos y gaviotas se reproducen allí: los pelícanos silenciosos y majestuosos, las gaviotas bulliciosas. La isla tiene cactus antiguos y altos en un lado que semejan dedos o plumas entre las rocas. Una gran roca en el centro de la isla tiene tres fachadas que llegan juntas a un punto en lo alto. Por eso la isla se llama Roca Pirámide.
Entre la isla y el punto de la tierra hay un arrecife donde exploramos con snorkel. En ese lugar vemos:
Un valle verde termina en la bahía con una playa rodeada por palmeras. Hacia un lado de la playa hay una terminal donde los pescadores entregan sus cargas. En otro lado, una familia ha organizado un restaurante en la playa donde disfrutamos de una limonada fría y la conversación con otros seres humanos. Tienen un congelador y un refrigerador para enfriar bebidas, preservar comida y hacer hielo, que se abastecen con baterías y tres grandes paneles solares.
Pensé en la belleza. ¿Qué es la belleza? Concluyo que es un sentimiento. Es el sentimiento de que todo está bien, con un orden en armonía con el universo. Es un sentimiento asombroso hacia la vida, el paisaje, las obras de los seres humanos y la naturaleza.
Pensé en el arrecife. Los corales eran blancos y no muy abundantes. Dicen que el coral blanco es una señal de estrés. Nuestro impacto, el impacto de los seres humanos no es sostenible. Había un edad en que los arrecifes abundan con peces, mucho más que ahora.
Los días son suaves con la brisa descendente sobre las colinas. El agua permanece calma con la bahía bien protegida. La caleta aislada está protegida por casi todos lados. Hay bancos de arena de fondo, la profundidad crece suavemente y en el fondo se sostiene bien el ancla.
Por las noches el cielo está lleno de estrellas. Llegamos con la luna llena. Disfrutamos mirar su cara con los prismáticos. Hace días que la luna se retrasa para que podamos disfrutar la vista del constelación Scorpius con su cola en la Vía Láctea.
En las mañanas hay calma. Aproveché la calma para experimentar con la vela spinnaker, probé como subir y bajarla. Tiene un calcetín para detener la tela lisa hasta que el momento en que estamos listos y se despliega. También el calcetín dobla la vela cuando queremos bajarlo. Necesitábamos reparar una conexión en la cuerda que controla el calcetín para que no se detuviera cuando intentamos subirla. Después de la reparación, funciona, y la vela se despliega con toda su magnitud y color. Si el aire sopla solo como un suspiro, con este tipo de vela intenta navegar el velero contra el ancla.
Después de cinco o seis noches sentimos la necesidad seguir adelante, pero nunca olvidamos este pequeño paraíso. Uno de los primeros; seguramente uno entre muchos otros que Brisa va a encontrar en el camino de la naturaleza, en su ruta hacia Uruguay.